En un contexto en el que los sistemas de salud son insuficientes, precarios, incluso deficientes, no es extraño que los otomíes recurran y confíen más en sus propios sistemas terapéuticos. O bien que tengan, además, sus propias explicaciones sobre la pandemia. Los otomíes poseen sus modos de lidiar con la adversidad y el infortunio, inclusive buscan sus traducciones -provisionales-, como la de don Alfonso Margarito en la que la COVID 19 sería el nombre que los no indígenas les dan a los aires.
Por Iván Pérez Téllez
Secretaría de Cultura de la Ciudad de México
Ciudad de México, 17 de mayo (SinEmbargo).- Hace apenas un par de semanas recibí una llamada de don Alfonso Margarito, connotado artista y chamán octagenario. Casi siempre que llama es para algo práctico: necesita alguna información, requiere gestionar algún asunto o, simplemente, desea participar en algún evento comercial-artesanal en la Ciudad de México para vender su obra de la que vive. Nuestra relación es así de pragmática cuando está de por medio el teléfono celular. Sin embargo, en nuestro municipio, Pahuatlán, Puebla, la interacción es de otro modo: no diré que cálida mas sí afable y, en todo caso, íntima.
No obstante, esta vez la charla con don Alfonso giró en torno a una cuestión más bien oscura que no terminé por entender. Pensé que quizás quería hablar conmigo en persona, así que le dije que cuando pasara la contingencia sanitaria, producto de la COVID 19, iría al pueblo y lo pasaría a saludar a San Pablito. Su respuesta me sorprendió: “Tienes que venir, te voy a dar una yerba para que no te enfermes: la tomas en té”. Ante mi réplica de que ahora estaba en confinamiento y no pensaba salir, me dijo: “Eso que dice el gobierno [los políticos y también a las autoridades de salud] no es cierto, el virus no existe, son los aires, ellos andan desatados y enfermando”. Don Alfonso Margarito no negaba la enfermedad -esa siempre acecha, asegura-, lo que cuestionaba era el crédito del agente patógeno. Es decir, la enfermedad es real, pero el diagnóstico inexacto. Para él los culpables de los padecimientos son los aires, seres que son producto de los muertos en desgracia, particularmente virulentos.
Más allá de la anécdota, ¿qué implicaciones tiene que los pueblos indígenas conciban los procesos de salud-enfermedad de un modo distinto al de los sistemas médicos institucionales? Si bien algunos organismos como el INALI se esfuerzan por traducir a las distintas lenguas indígenas la información científica acerca de la COVID 19, algo falla, pues no logran traducir los contenidos culturales. El Estado traduce términos sin importar demasiado las implicaciones culturales. El efecto es la incomprensión mutua.
El pasado dos de mayo, a través de una página de Facebook creada por los propios sanpableños, pude presenciar, vía una trasmisión en vivo, algunos de los preparativos del evento ritual que celebrarían con motivo del día de la Santa Cruz. Los otomíes, como ocurre cada año, subieron al cerro sagrado a realizar Costumbre. Según se veía en el video, los participantes no guardaban distancia entre sí, además de que el evento ritual congregaba a decenas de personas. Hay que considerar que, hasta ahora, no parece haber infectados ni defunciones producto de la COVID 19 en San Pablito, ni en la cabecera municipal. Es decir, los otomíes no han visto de manera contundente los efectos del virus, o de los aires nefastos. Podría decirse que, de algún modo, los chamanes han hecho lo correcto y han conseguido crear un cerco a la enfermedad. Además, celebrar a las divinidades en el cerro -como lo hicieron- permite, desde la perspectiva indígena, mantener a raya a la epidemia. Con este fin se ofrendaron a las divinidades nefastas: los aires.
En un contexto en el que los sistemas de salud son insuficientes, precarios, incluso deficientes, no es extraño que los otomíes recurran y confíen más en sus propios sistemas terapéuticos. O bien que tengan, además, sus propias explicaciones sobre la pandemia. Los otomíes poseen sus modos de lidiar con la adversidad y el infortunio, inclusive buscan sus traducciones -provisionales-, como la de don Alfonso Margarito en la que la COVID 19 sería el nombre que los no indígenas les dan a los aires.
Contrario a lo que comúnmente se pensaría, los otomíes no se conforman con una estrategia ritual o chamánica. A la par, los migrantes sanpableños envían a sus parientes dinero desde los Estados Unidos, lo cual les permite, entre otras cosas, no salir a vender a las grandes ciudades y quedarse en casa. Es decir, establecen mecanismos de ayuda más eficaces que los propios apoyos gubernamentales, y eso también es otra forma de contrarrestar la pandemia.
El Estado está obligado a garantizar los servicios de salud a todo ciudadano, independientemente de las concepciones que los pueblos indígenas tengan sobre una enfermedad como la COVID 19. En un escenario ideal, el Estado y sus instituciones de salud, tendrían que brindar atención con pertinencia cultural y en sus propias lenguas maternas. Esto no ocurre. Lo que sí sucede es que cualquier persona que escuchara la opinión de don Alfonso Margarito vería en ello ignorancia, o por lo menos irresponsabilidad. Lo cierto es que cuando los procedimientos chamánicos no resultan eficaces -ya que todo sistema médico es falible-, los otomíes recurren sin ningún problema a los sistemas de salud alópatas -corriendo el riesgo de ser discriminados o maltratados por no hablar correctamente el español-, pues a ambos sistemas médicos los consideran incluso complementarios.
En un contexto urbano, de personas no indígenas y escolarizadas, nadie ve como un acto de ignorancia que una persona enferma se encomiende a alguna divinidad judeocristiana, ni como un signo de atraso, o parte de un pensamiento arcaico, el que se considere la oración como un recurso religioso para paliar la enfermedad. Sin embargo, se condena y se tilda de ignorante cualquier forma disidente de ritualidad, sobre todo si proviene de los pueblos originarios. Ante una emergencia sanitaria como la que estamos viviendo, resulta urgente comprender que existen interpretaciones divergentes sobre la COVID 19, y que es obligación del Estado diseñar e implementar políticas públicas de salud con pertinencia cultural, y apegada a los derechos de los pueblos indígenas del país.